lunes, 15 de agosto de 2011

Mornese: El Don de la Vida.

Iluminados por la oración, iniciamos la jornada de este dَía sabado 13 de agosto con la visita de la Casa Nativa de Madre Mazzarello para encontrarnos con los orígenes de Maín, sus padres de vida cristiana y apreciados por todos. Siendo los espacios fisicamente pequeños la casa proyecta grandeza de amor y profundidad espiritual, que nos hace reflexionar acerca de cómo las pequeñas cosas son el punto de partida de grandes logros y obras. Nos llenamos de alegría al ver cada detalle en los ambientes de la casita donde vivió su primera infancia Maín.
















Luego al disponer de tiempo personal, cada uno de nosotros procedió a la lectura de El don de la vida, para adentrarnos en el conocimiento de los primeros años que vivió Maín en la casita, compartiendo con su numerosa familia momentos de alegría y dolor al vivir de manera serena y ordenada formada en los valores transmitidos por sus padres, sus primeros maestros y experimentar igualmente la tristeza por la muerte a muy temprana edad de algunos de sus hermanitos.






En la tarde la visita al templo de Madre Mazzarello despertó la admiración al ver las imágenes de nuestra madre María Auxiliadora y de Madre Mazzarello en actitud de encuentro y entrega recíproca, que nos habló de la primera hija siendo recibida por su madre, acompañada de los angeles, que en señal de acogida observan el hermoso momento.

Desde la tierra que vió nacer a María Mazzarello nos dispusimos a mirar, tocar, escuchar y hacer experiencia con ella para que cada uno de nosotros como peregrinos descubriéramos sus huellas de vida. La sensación de libertad y plenitud que se vivió con la dinámica del contacto con la naturaleza a través de nuestra respoiración, ojos, el contacto de nuestros pies con la tierra, los aromas, nos dispuso a tener un momento de relajación y meditación con el medio ambiente, su belleza y riqueza.




El momento de palpar, acariciar nuestra tierra y entenderla desde su esencia, así como todo lo que Dios nos ha regalado, pudimos entender la necesidad de acoger nuestra tierra y agradecer todo lo que de ella hemos recibido y lo que representa para nosotros. Luego tomamos la tierra de Mornese en nuestras manos, acogimos la tierra de Madre Mazzarello y agradecimos los frutos que ha dado la tierra de Maín.





Convencidos que así como la tierra de Maín nuestra tierra también de frutos y acoja el proyecto de Dios, de vida a la Iglesia, a nuestras familias, al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y el mundo. En la unión de ambas tierras se ha pronunciado la promesa de Dios: Darás fruto, serás tierra de bendición.












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